lunes, 4 de julio de 2011

El teatro, lo que amo,...

   El teatro, lo que amo, lo que me hace resurgir de mis cenizas. El teatro hace que pueda respirar, que pueda sentir, que pueda hablar, que pueda mirar, que pueda pensar desde la mente, los ojos, la boca, el corazón y los pulmones de cada personaje que interpreto. La vida es puro teatro, porque el teatro está hecho de vida, la vida misma que se presenta ante nosotros. Cuando las luces se apagan y la sala queda a oscuras, nos desprendemos de nuestras preocupaciones, para acoger las que se nos presentan en la obra interpretada, el público se convierte en un mirón que queda con la mente abierta a lo que pasa frente a sus ojos.
   El teatro es capaz de poner los pelos de punta, sonrojar, reír a carcajadas o soltar alguna que otra lágrima. Odiado y querido a lo largo de su extensa vida, es el arma de los inquietos de mente, para hacer sueños realidad, aunque solo sea hasta que caiga el telón.
   El teatro es la alegría de muchos, que no queremos dejar de ser niños, que soñamos con pisar el escenario, para hacer vibrar a otros que miran.
   El teatro se incrusta en los corazones  dando paso a historias que se mezclan entre la realidad de nuestro día a día  y la ficción de los ensayos y representaciones.
   Historias como la que hoy os queremos contar.
José Luna.

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