viernes, 23 de noviembre de 2012

El pueblo de kokorocó

Había una vez un país muy lejano llamado Kokorocó. En él vivían tres gallinitas muy guapas, que siempre estaban peleando por ver quien de ellas era la más guapa; nuestras tres gallinitas se llamaban Puchinela, Polipasta y Petipuá.  

- ¡Yo soy la más guapa! – decía Puchinela.
 
- ¡No, la más guapa soy yo! – le replicaba Polipasta.
 
- ¡Ni hablar la más guapísima de este reino soy yo! – afirmaba Petipuá. 

El pueblo de Kokorocó estaba gobernado por el rey más sabio de todo el mundo.

Un día mientras las gallinitas discutían, como siempre, un gallo que andaba por allí cansado ya de tanta riña dijo:
 
      - Dejad ya de discutir, si queréis saber quien es la más guapa id a ver al rey, el lo decidirá.

        - Kokorocó, kokorocó, irán a ver al rey, kokorocó, kokorocó.

 Las tres gallinitas fueron a ver al rey, una vez ante él, el rey pregunto:
 
       - Decidme, ¿cual es vuestra duda?-
 
 y las tres gallinitas respondieron:
 
       - Queremos saber cual de las tres es la más guapa-.
 
El rey quedó sorprendido por la pregunta y pensando contestó:
 
        - Difícil decisión, tendré que pensar.

        - Kokorocó, kokorocó, difícil decisión, el rey tendrá que pensar, kokorocó, kokorocó. (Y todo el pueblo piensa con el rey)

        - ¡Ya lo sé! –Dijo el rey- la más guapa será la que ponga el mejor huevo.

        - Kokorocó, kokorocó, un huevo, kokorocó, kokorocó.

Así, que Puchinela, se puso en el trono de poner huevos e hizo fuerzas, muchas fuerzas (cara de esfuerzo), muchas muchas fuerzas (mientras Puchinela hace fuerzas le pedimos al pueblo que la anime), y de pronto, pam!, Puchinela puso un huevo que le enseño al rey.

-         Sin duda es el huevo mas bonito del mundo –dijo el rey-.

-         Kokorocó, kokorocó, el huevo más bonito del mundo, Kokorocó, kokorocó.

Es el turno ahora de Polipasta, se puso en el trono de poner huevos e hizo fuerzas, muchas fuerzas (cara de esfuerzo), muchas muchas fuerzas (mientras Polipasta hace fuerzas le pedimos al pueblo que la anime), y de pronto, pam!, Polipasta puso su huevo, era el huevo más grande del mundo, aunque no tan bonito como el de Puchinela.

-         Sin duda es el huevo más grande del mundo –dijo el rey-.

-         Kokorocó, kokorocó, el huevo más grande del mundo, Kokorocó, kokorocó.

Y llegó luego el turno de Petipuá, se puso en el trono de poner huevos e hizo fuerzas, muchas fuerzas (cara de esfuerzo), muchas muchas fuerzas (mientras Petipuá hace fuerzas le pedimos al pueblo que la anime), hasta que… pam!, Petipuá puso su huevo, era un huevo muy raro, era cuadrado y cada uno de sus lados era de un color diferente.

- Sin duda es el huevo más extraño del mundo –dijo el rey-.

- Kokorocó, kokorocó, el huevo más extraño del mundo, Kokorocó, kokorocó.

           - Así, que la ganadora – continuó el rey - será…. (Pensando)… ¡Las ganadoras son las tres!, ¡las tres son las más guapas!

-         Kokorocó, kokorocó, las tres han ganado, Kokorocó, kokorocó.

           - Sí – sentenció el rey - porque cada uno a su estilo es el mejor, da igual que seamos grandes, o pequeños; guapos, o feos; gordos, o flacos; de un color o de otro; de este país, o de aquel, porque cada uno en su forma es el mejor, ¡¡¡cada uno en su estilo es el mejor!!!

 Y todo el pueblo hizo una fiesta para celebrar la decisión y aquellas palabras del rey, y en la fiesta todo el pueblo saltaba y bailaba mientras cantaba la siguiente canción:
 

Cada uno en su estilo
Es el mejor,
Cada uno en su estilo
Es el mejor,
Cada uno en su estilo
Es el mejor.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.



Desde aquí quiero dar las gracias a Joaquín Serrano que ha sido el compañero que amablemente me ha pasado este cuento que hoy comparto con ustedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario